Resulta que ayer tenía otorrino, no me gusta nada de nada ir… entro por el hospi llorando, negándome a pasar, convenciendo a mamá de que mejor vamos a otro médico…
En esta de mejor vamos a otro médico consigo subir a la segunda planta, esta planta me encanta, allí están Clement y Marta, los médicos que nunca jamás me hacen daño y que además me hablan sabiendo que les entiendo.
Estando en la segunda planta, me encuentro a una de las supervisoras de Neonatos, la que hace casi ya 5 años, me llevaba por las noches. Yo no me acuerdo de ella, pero ella de mi y de mamá si. También apareció una de mis doctoras de neonatos y se sumó a las palabras bonitas llenas de cariño.
Y como nos entretuvimos justo en la entrada del ascensor, apareció personal de enfermería de P1 y claro, llamaron a las demás para que vieran lo rubia y alta que estaba.
En P1 ahora hay un peque con traqueo y respi, las enfermeras dijeron «ayer le hablamos a la mamá de ti, te importa que conozca a la niña para que vea que se puede hacer de todo» y conocí a la mamá.
Cuando bajamos de nuevo a otorrino nos dimos cuenta que mi estancia en el hospi no sólo había sido larga (casi 6 meses más ingresos recurrentes) sino que además había dejado la huella del «si se puede».
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